Primitiva Cofradía del Dulce Nombre de Jesús, Pontífica, Real e Ilustre Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Señora de los Dolores, San Juan Evangelista y Santa Cruz del Convento

Escudo Hermandad de Jesus
escudo hermandad de jesus la algaba

Una de las primeras noticias escritas que tenemos sobre la misma pertenecen a un libro de Cabildos fechado en el año de mil seiscientos ochenta y cinco, eso sí, haciendo referencia a la antigüedad inmemorial de la misma, encontrándose ya en el templo Parroquial y justificando la pérdida de los libros por las muchas inundaciones producidas por el Río Guadalquivir y el Rivera de Huelva, cita así: “Yo, Don Antonio de Carmona, Presbítero y vecino de la Villa de La Algaba y secretario de presente de la Hermandad de Jesús Nazareno, sita en la Parroquia de dicha Villa, certifico que por haberse perdido lo Libros de dicha Hermandad en el año de mil seiscientos ochenta y cuatro por las muchas inundaciones del rio Guadalquivir y descuidos de los hermanos …en dicho año de ochenta y cuatro que se despobló dicha Villa en el año siguiente se hizo cabildo por los hermanos que habían quedado …”

Se funda la hermandad según otras fuentes hacia finales del Siglo XV o primeros años de la posterior Centuria, al igual que otras corporaciones algabeñas de la misma naturaleza. El Convento de San Francisco es testigo de la fundación de una hermandad con una advocación muy relacionada con la congregación franciscana: la del Dulce Nombre de Jesús, pues es con este título con el que se erige la corporación y el que prevalecerá hasta principio del Siglo XVIII, aunque en estos años ya se conozca con el título actual de Jesús Nazareno.
Desde los primeros años de su fundación la Hermandad procesiona en la madrugada del Viernes Santo, (aunque alguna vez y por causas excepcionales lo hiciera en la tarde del Jueves Santo o la mañana del Viernes) portando la Imagen de un Niño Jesús con túnica morada, cargando una cruz, muy acorde con la iconografía de la época.

Establecida ya en la Parroquia y en el anteriormente citado Libro de Cabildos fechado en mil seiscientos ochenta y cinco, la Hermandad del Dulce Nombre se reúne ya como Hermandad de Jesús Nazareno, y hace referencia a los orígenes de la actual Imagen. Se produce por tanto un cambio en la titularidad de la hermandad, producto del cambio de Imagen de la misma, y de la “grandísima devoción que suscita entre los miembros de esta hermandad y los habitantes de esta Villa”. Se hace referencia por tanto a la incorporación de una nueva Imagen de tamaño natural, de Jesús Nazareno cargando con la Cruz, escenificando el pasaje de la Calle de la Amargura.

Con referencia al mencionado cambio de título de la corporación se conserva un interesante documento referente a un pleito de la hermandad del Dulce Nombre de Jesús, pleito que se abre en el mes de Agosto de mil setecientos veintiuno, por el que se pide que se declare como una misma hermandad a la del Dulce Nombre y Jesús Nazareno, sobre el cobro de unas rentas que posee la hermandad y su impago aludiendo a la titularidad de la misma. Dice así: “por ser en realidad una misma y solo ser efecto de los inquilinos esta variedad para retener estas rentas pudiéndose gastar en ahorro y culto de la Efigie y Capilla de su Majestad. De no haber tanta devoción y celo, estarían en el mayor desaseo que cabe (…) El primer título de esta piadosísima hermandad fue la devoción a Jesús en la que de muchos años a esta arte se ha perseverado y persevera con sobrado aprovechamiento de las almas y cristiano celo de las personas que han intervenido en esta hermandad, y siendo así que solo por el fraternal fervor cristiano se llegó a variar en este asunto de forma que siendo conocida esta hermandad en el título de Dulce Nombre de Jesús, se llegó a ampliar con el de Jesús Nazareno, con el que hoy subsiste de que es evidente prueba no haber más que una regla, unos solos Institutos e Insignias, siendo estas las primitivas que esta hermandad tuvo…”

Aclarado este asunto, el veintitrés de Febrero de mil setecientos veintidós, Alejandro Aldobrandini notifica mediante Bula Pontificia “el reconocimiento de una sola hermandad del Dulce Nombre de Jesús y la de Jesús Nazareno, como siempre lo ha sido…”

Con esto, se pone en evidencia la gran devoción que suscita la Imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno desde el mismo momento de su llegada a la Villa, fecha que podemos establecer a mediados del citado siglo XVII, siendo otorgadas en el año de mil seiscientos noventa y cuatro a la hermandad “unas Bulas que concedió Nuestro muy Santo Padre Inocencio Duodécimo a esta Hermandad de un jubileo a perpetuar en esta medida de uno y otro sexo el cual fue en cuatro días de cada un año los que asignasen los hermanos…”
Transcurren las siguientes centurias en las que la Hermandad vive periodos de apogeo y otros de mayor dificultad, pues en ocasiones la población de la Villa queda duramente mermada, hecho que repercute directamente en la corporación. No obstante desde el siglo XIX a nuestros días, no ha conocido la hermandad momentos de decadencia, más bien inicia un periodo de auge y esplendor que llega a nuestros días. A finales del Siglo XIX realiza nuestra hermandad estación de Penitencia cada madrugada del Viernes Santo “asistiendo gran número de cofrades y fieles por la gran devoción que se le profesa a Jesús Nazareno en esta Villa y aun fuera de ella…”

A principios de la pasada centuria la Hermandad se ve beneficiada por el ingreso en la nómina de hermanos de la Sra. Dña. Pilar García Dessmaisieres, Ilustre dama y benefactora local que profesa una ferviente y pública devoción a Nuestro padre Jesús llegando incluso a ser nombrada “hermana Honoraria” de la Cofradía.

En los años ochenta, la hermandad adquiere un solar en el barrio de la Cruz del Convento, construyéndose la Iglesia de Ntro. Padre Jesús Nazareno donde tiene su sede actual, sobre los terrenos en los que en su día estuviese el convento de San Francisco donde se fundó. La Iglesia fue sufragada por los hermanos y devotos y el pueblo en general, como muestra del gran fervor que suscita y veneración que le profesa el pueblo de La Algaba desde su llegada a la Villa.